ETA mata un anciano

Como una muestra más de su corrupción ideológica y política, ETA ha asesinado a un anciano de 71 años. La débil coartada es el ataque al tren de alta velocidad vasco que la organización terrorista y sus amigos rechazan. Quizás no tanto para evitar que los extraños lleguen como para que los propios no salgan. Encerrar a la población bajo murallas lingüisticas o de apellidos, de pureza de sangre y de sumisión es lo que parece desear el separatismo más radical.

Pero la realidad va por otro lado y la gente quiere salir de su aldea y ver mundo. Hablar y entenderse con el resto de los habitantes del planeta.

A los terroristas les quedan unos meses de presumir de sus hazañas y tal vez de cometer alguna más. Pero en un plazo de dos años van a estar en la cárcel. Esa es la media de lo que duran los comandos en la calle. Y después toda una vida entre rejas. Aunque desde sus circulitos les jaleen y , de vez en cuando, les agasajen, cada vez con menos público en el homenaje. Y ellos -los presos- se dan cuenta. Y están nerviosos. Algunos buscando salidas individuales. La huida de De Juana no puede leerse de otra manera.

Y cada vez cuesta más encontrar pistoleros. Hasta sus manifestaciones adelgazan en cada convocatoria.

Por eso,  no se entiende que el gobierno no disuelva los ayuntamientos que todavía controlan. No se entiende que los incluya en el reparto de los 8.000 millones de su último plan. O que el fiscal rebaje petición de penas en el penúltimo juicio contra el entorno etarra.

Tal vez un equivocado cáculo electoralista les empuje a rebajar esa presión. Pero se equivocan. Todos los españoles – y los vascos los primeros- estamos hartos de estos asesinos y reclamamos mayor firmeza en su persecución, cómo el único camino para su extinción. El castigo en las urnas para el que no haga esto, no se hará esperar.

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